martes, 9 de junio de 2009

Imposibles

21 de diciembre de 2001. En Prilep, Macedonia, dos muchachos de origen albanés finalizan la subida a un cerro de 1.200 metros de altura. Minutos después, aún en la cima y con el conocido aburrimiento que genera estar sobre un cerro desierto, uno comenta al otro (en albanés, claro): “¿Viste lo que pasó en Argentina? Parece que lo estaban pasando mal y toda la gente salió a protestar a las calles pegándole a las cacerolas...”. Su compañero, con una intensidad que no corresponde a un hombre agotado, lo interrumpe y no duda en responderle: “¿Y eso qué me importa? ¿Por qué tengo que preocuparme por un país de mierda y tan lejano? ¿Se preocupa alguno de los argentinos por nosotros? ¿Sabe alguien que desde hace diez años somos nación, pero por culpa de los griegos nadie nos reconoce? ¡Es imposible que algún argentino hable sobre nosotros, lea sobre nosotros, escriba sobre nosotros! Ningún argentino sabrá jamás de mí, ni de vos, ni que estamos arriba de un cerro de más de mil metros en una ciudad hermosa llamada Prilep...”. Su amigo bajó la cabeza, avergonzado por la tonta idea de que las cosas no fueran así.

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