viernes, 24 de julio de 2009

La peor parte de Arjona

Tengo un trauma, quince vendas
y un debate no resuelto
tengo tu recuerdo suelto
y dicen ‘nunca’ mis ofrendas.
Tengo tu olvido y tus prendas
ya no soples: soy del viento
tus dedos juran ‘lo siento’
y me borran tus agendas.

Tengo pistas del futuro
dos helados de cereza
tengo lo que nunca empieza
y lo que corre sin apuro.
Tengo un cuarto tan oscuro
lo que sobra, acá en mi pieza,
son mil gotas de tristeza
soy Berlín, y sos un muro.

Cuando dije ‘puede ser’
quise gritarte ‘no puedo’
no soy yo, soy lo que quedo
te invito a salir ayer.
Soy un libro de Voltaire
la ausencia de cualquier credo
un viejo acorde de Arnedo
un gol que no pudo ser.

¿Dónde me escondiste el cuento,
el que siempre me emociona?
Soy sólo una mala broma
torpeza sin vencimiento.
Soy el que camina lento
la peor parte de Arjona
un cantor que desentona
mentiras que no te miento.

Soy un ekeko sin suerte
tragedia que no se explica
soy un film de Kusturica
soy el que supo perderte.
O aquel que no puede verte
quien tu nombre reivindica
soy la inmensidad más chica
y la debilidad más fuerte.

Cuando dije ‘valentía’
quise gritar ‘tengo miedo’
sin anillos en mis dedos
te invito a salir un día.
Soy un libro de Dolina
soy lo poco en lo que creo
un nunca cumplido deseo
soy un disco que termina.

Soy una sala de espera
y hay un médico forense
una carpa canadiense
sin cumbrera.
Soy ese que duerme afuera
perdoname que no piense
aunque el día ya comience
y yo me muera...

martes, 21 de julio de 2009

Tu voz sin barniz

Tuve tu voz, tus destellos
Y tus enojos más bellos.
Que no te olvide,
Que no me deje Dios olvidarte;
Lo que se olvida se muere
Y el Paraíso es un baldío si no estás.

Quiero sangrar por tu adiós
Contra un mundo que aconseja resignación amarga;
Eso no fue lo que me enseñaste:
Me enseñaste a existir
Y existencia fue amarte
¿cómo puedo armar mis partes
y creer que eso soy yo?

Soy lo que hiciste de mí
Soy tu sombra
Soy el destino más digno que conocí
Soy un lunar que te nombra
Y vos sos perpetua en cada noche.

Odio despertar y comprender.
Tengo un disco en mi cabeza
Que sólo te canta.
Si había que mentir para sumarte
Saqué mal las cuentas.

Todo lo que necesito
Es solamente todo lo que me falta;
Tus fotos están en sepia,
Mi recuerdo es en color.
Anoche soñé con tus tobillos.

Dame esas pastillas que comprabas
Y tu forma de hablar
Dame el consuelo más idiota que encuentres
Y será mi razón para vivir.

Dame tus botas a un lado
Tu furia feliz
Tus gustos de helado,
Tu eterno sufrir,
Tu llanto escondido
Tu voz sin barniz
Tu paso apurado
Tu antiguo país.
Dame el 22 de febrero
Que elegiste para matarme
Y volveré a vivir.
Dolor, enseñanza, locura
Eso sos
Me das lo que no me doy:
Intensidad.

¿Dónde guardaste mi pasado
si atrás mío nunca está?
No importa perder un tren
Si no tengo dónde ir
Si no sos mi destino.
Nada sería más triste
Que ser feliz sin vos.
Dejarte mi adiós no hubiera existido
Te dejo mi sangre, mi espejo partido
Me hiciste feliz hasta lo absurdo
Perdón si te espanto, o sólo te aburro.

Y por si algún día pensás en volver
Soy el de la plaza, aquel de febrero
Soy sólo ese hombre que llora sentado
Soy sólo tu sombra, soy ése que muero.


(A mí me dolía respirar. Me dolía respirar, en serio. Había perdido la capacidad de caminar sin llorar, de sonreír sin gusto a muerte. Había aprendido a ahogarme en canciones tristes, a mirar hacia su vereda desde cualquier distancia. El año en que ella no estuvo fue el año más suyo. Todo fue su perfume, su caminata irregular, sus caricias. Le regalé mis pensamientos y mis letras y mis sueños y mi tiempo y una parte fundamental de mi vida. Y ella nunca lo supo. Porque ella ya se había ido.)

domingo, 12 de julio de 2009

Vanina

Escribo en directo, la noche del 12 julio de 2009, que ya se acerca a 13. Sin cronologías, ni correcciones, ni poesía. Escribo triste y desgarrado, y solo. Solo, porque tu día empieza cuando vos abrís los ojos y termina cuando vos los cerrás. Solo, porque sigo soñando con que esa condena termine alguna vez. Solo, porque me acaban de matar de nuevo, y a mis esperanzas, y a lo que fui.

Escribo acá porque no somos nada, porque me voy a morir, porque nada va a quedar. Escribo porque es exactamente igual si lo escribo o no. Lo escribo porque me duele. Empiezo a descreer de todo, de todo en lo que creí. No solamente me siento solo: quizás lo estoy.

Escribo porque no entiendo nada. Quiero que me abracen. Alguien. Alguien que no me vaya a dejar tan pronto. Escribo porque temo ir a dormir, y soñar. Porque los sueños me duelen cada vez más. Escribo cansado, frustrado, escribo llorando con vergüenza por mis lágrimas inútiles y desiertas, lágrimas que nadie va a venir a visitar.

Escribo con la pobrísima e infundada ilusión de leer estas mismas líneas, algún día, y sonreír. Escribo para recordarle a mi futuro que lo poco o mucho que haya logrado me costó dolor. Muchísimo: todo el que siento ahora, en los pulmones, en la cintura, en la garganta, en la mirada. Escribo para sostener, aun en estas manos temblorosas y cansadas de secar lágrimas, la esperanza de que ese día llegue. La esperanza de que alguien me abrace y no se vaya. Escribo para, alguna puta vez en la vida, no sentirme tan solo.

viernes, 10 de julio de 2009

Cabeza de Naipe

(Extracto de conversación por MSN con Pablo, junio de 2005)

Cabeza de Naipe era un buen jugador. No tenía técnica, clase ni estado físico, pero era un buen jugador. Cabeza de Naipe nunca ganó nada. Apenas amistades, apenas burlas. Cabeza de Naipe había hecho sólo un gol en su carrera, y fue en contra. Pero fue un golazo: esquivó a dos y cuando quiso meter el cambio de frente la colgó de un ángulo.
Cabeza de Naipe lloró. Pero nunca se rindió. Fue y fue ante cada córner, ante cada posibilidad de imponer ese metro ochenta por una vez. Cabeza de Naipe tiene dos recuerdos inolvidables: un cabezazo que metió en el palo en el clásico del barrio y aquella vez en que se lesionó Seba, el arquero del equipo, y tuvo que atajar. Fue en la final de la Copa, con ésos a los que nunca se les podía ganar. Iban 0-0 y Cabeza de Naipe atajó un penal... pero ese 9 fusilador metió el rebote y lo dejó comiendo el pasto. Sin embargo, Cabeza de Naipe siempre cuenta la mitad de esa historia: el penal, la volada, la atajada sensacional, el asombro de todos... aunque no falta uno que lo despierta rememorando el rebote, el gol, la tristeza. A Cabeza de Naipe nunca le importó. Siempre respetó a los suyos y nunca comprendió por qué seguían llamándolo para jugar. Quizá porque sus dos recuperos y medio por partido servían. Quizá porque no había otro. Quizá porque le veían pasta de crack, ésa que haciendo jueguito frente a un espejo era innegable. Él no tenía idea.
Un día decidió no ir más. Había un pibe nuevo, mucho más joven, con linda estampa, que de a poco se iba ganando un lugarcito. Pero en casa miró el reloj tantas veces como un enamorado a su amor. Calculó, pensó que aún quedarían diez minutos de partido y se mandó con la bicicleta para la canchita. "Al menos para ver los últimos cinco -pensó-. Seguro que hoy sí ganan". Cuando Cabeza de Naipe llegó, todos estaban sentados con una botella de agua como único pasatiempo, y con los rivales esperando con cara de impaciencia. "¡Al fin!", gritaron a coro. "Siempre llegás primero, nunca faltaste a un partido... ¡No íbamos a empezar sin vos!", exclamó Seba. Cabeza de Naipe pisó el pasto seco. El partido empezó. Esa tarde, Cabeza de Naipe no hizo ningún gol, recuperó sólo dos pelotas y media... Pero, como siempre, fue una parte imprescindible del equipo.

martes, 7 de julio de 2009

Lo que logra tu nariz

Puedo jugar a que aún estás
Riendo en mi habitación
Escuchando esta canción
Y conmigo.

Puedo creer, sonriendo
Que estarán de vuelta
Tus ojos y mi vida,
Un alma y una herida
Cicatrizada por tu esplendor.

Puedo ser lo que quiera
Si te tengo presente
Viva, y siempre
Regalando lo que sos.

Puedo seguir llorando cada noche
Tu fatal ausencia
Y mantener mi esencia:
Esperar por vos.

Puedo jurar que estás acá
Porque nadie me avisó
Que el mundo había terminado
Cuando dejaste, enamorado,
A un soldado sin color.

Puedo verte entre sombras
Tras la noche, escondida
Aunque el mundo me lo pida
No me voy...

Mirá entre los restos de lo que dejaste
Y ahí estoy
Con un ramo de fresias dulces
Y un poema de ocasión.

Revolvé el fondo de tu pasado
Y salvame
Ser tu futuro es el único lugar
En el que no muero.

Puedo escribirte una y otra vez
Delirando
¿Cómo logra tu nariz
lo que no logra un planeta entero?

Y esa noche de febrero
La ausencia de lo feliz
Las tardes con gusto a anís
Aquello que siempre espero
Lo cruel de estar en cero
La muerte que pide bis
Tu ausencia en un auto gris
Fue el anuncio de que muero...


(No es una canción elegante, pero tiene algo de confesión. Bah, en realidad sólo "Revolvé el fondo de tu pasado y salvame, ser tu futuro es el único lugar en el que no muero" me gusta mucho. Es que los meses pasaban, y la había perdido, y seguía escribiendo por default, esperando que vuelva, lamiéndome. Seguía más cursi que filoso, más triste que cursi. Ya era una sombra, ya era la nada, ya era una canción perpetua que la nombraba. El karma empezaba. ¿Terminaría alguna vez?)

jueves, 2 de julio de 2009

Religiones

La diversidad de religiones existente en el planeta contempla todo tipo de teorías físicas, cuánticas, espirituales y hasta científicas. El estudio de cada una de ellas resulta casi imposible: demandaría años. Y 43 fueron los que le dedicó el teólogo finlandés Ayon Joma Tarongoy –desde 1950- a intentar comprender cada una de las religiones, sectas y creencias. “La vuelta a Dios en 43 años” llamaron a su odisea. Tarongoy anunció que el 15 de marzo de 1993 haría públicas sus conclusiones. Los estamentos religiosos estaban atentos: jamás hubo un análisis tan minucioso, desde tantos puntos de vista, y además apuntalado por un ateo confeso.

En Europa no prestaron atención al asunto. El grueso de la población de África no tuvo acceso a la información. En América, el nombre de Tarongoy es -aun hoy- absolutamente anónimo. Una lástima: sus palabras nunca cobraron relevancia. ¿Qué dijo? Luego de dedicar cuatro horas de su conferencia a descubrir detalles de su búsqueda y sus emociones, llegaron sus más contundentes conclusiones. Tarongoy afirmó que las religiones habían sido creadas para que las personas perdieran la fe. Sus estudios revelaron que el ser humano posee una intrínseca creencia en sí mismo, en los demás, en el bien y en la justicia. Y que históricamente los sectores más codiciosos crearon, formularon y reformularon teorías para disolver esas creencias y trasladarlas según su conveniencia. Enturbiaron la fe de la gente hasta hacerla inútil, hasta transformarla en odio. Dijo que cada acción de cada entidad religiosa del planeta formaba parte de una idea dictaminada desde el principio por aquellos poderosos grupos. Pero que luego ese alejamiento de la fe natural fue tan intenso que no fue necesario que nadie lo empujara hacia adelante. Que la creación de las religiones tenía un fin, y ese fin se había logrado: que el hombre perdiera la fe. Lo más sorprendente fue la culminación de la conferencia de Tarongoy: le agradeció a Dios por cada milagro que había vivido durante esos 43 años, por cada hombre con verdadera fe al que había podido conocer, por permitirle crear su propia fe. “Creer en la religión es descreer de Dios”, dijo, y agachó la cabeza.

Le dieron poca importancia a su trabajo. Se habló de herejía y blasfemia. Sólo cuatro grupos religiosos menores se animaron a revisar análisis, datos y conclusiones de Tarongoy. No se hicieron anuncios oficiales, pero tres de esas religiones se disolvieron; dejaron de existir. Tarongoy murió en 1997, dejando sus escritos a su único hijo.

En 2003, doce mil filipinos habían aceptado las teorías de Tarongoy como verdades. Se rehusaban a ser denominados bajo un mismo nombre, a reunirse en sitios determinados, a seguir cualquier principio religioso existente. En la actualidad, se conoce a ese movimiento como Tarongoyismo. Ayon Tarangoy, sin quererlo, había creado otra religión.