sábado, 13 de marzo de 2010

Primera persona: soy boliviano

Me llamo Marco, tengo 27 años, soy boliviano. Nací en Oruro, vivo en Villa Celina y acabo de escuchar otra vez el mismo chiste. 

A Celina le dicen rulemán, porque está lleno de bolitas

Es buenísimo, tanto como este otro: 

¿En qué se parecía Pinochet a Racing? En que llevaba personas a los estadios para torturarlas.

Serían chistes geniales si fueran contados por personas dignas, personas que no estuvieran a favor de torturar, que no se creyeran superiores a otras por el lugar de nacimiento.

Soy Licenciado en Comunicación Social, trabajo, leo a Tolstoi y a Dolina, tengo documentos, uso forro durante mis relaciones sexuales, nunca tiré cáscaras de mandarina en un lugar que no sea un tacho. “Vos sos la excepción”, me dice Fabio, un compañero de facultad (estudio Historia). 


Fabio es argentino y es estúpido, pero no por eso creo que todos los argentinos sean estúpidos.

Existen bolivianos ignorantes, agresivos y sucios. También existen alemanes, canadienses y suizos ignorantes, agresivos y sucios. También hay argentinos así.


Mi novia se llama Anahí y vive en Caballito. La conocí en la UBA. Salimos desde hace menos de un año y ya sumamos diecisiete lugares a los que no pudimos entrar. Diecisiete. ¿Por qué? Porque tengo mucha pinta de boliviano


Al principio sentía que si no me enojaba, si no agredía al tipo que me estaba prohibiendo el paso, Anahí iba a pensar que yo era poco hombre. La tercera vez que nos pasó (en un barcito de Palermo, creo), me dijo: “No vale la pena ir a lugares manejados por gente tan hueca”

Anahí es argentina y hermosa. Sin embargo, no por eso considero que todas las argentinas sean hermosas.

Soy boliviano y me encanta haber nacido en el mismo país que el escritor Ramón Rocha Monroy (“La felicidad sólo admite una estética: haberla perdido”), que un político como Andrés de Santa Cruz, un pensador como Carlos Medinaceli, una escultora como Marina Núñez del Prado, un futbolista como Jaime Moreno. Ellos no fueron ni son ignorantes, agresivos ni sucios. Y sin embargo (léase como una ironía, porque algunos bolivianos sabemos qué significa ironía) son bolivianos.

Más que el chiste sobre los rulemanes, me divierte haber nacido en dos países a la vez. Al menos eso creo cuando me gritan boliguayo: me indican que he nacido tanto en Bolivia como en Paraguay. Y que poseo las características de unos y de otros. No sólo todos los bolivianos somos iguales: además nos copiamos de los paraguayos.

A través de un comentario que leí en Internet aprendí mucho sobre mi vida:


“Basta de permitir que se nos enquisten los bolivianos!!! Están comprando los mejores negocios, propiedades, vehículos, etc. Con su bajo perfil y cara de inocentes recorren las picadas y hullas de las fronteras pasando merca y blanqueando la plata. vayan un día al hospital y miren la cantidad de gente que hay en las salas de espera el 80 % es boliviana y que hacen? se atienden gratis, piden remedios, leche gratis y afuera los espera el marido con una Toyota 4x4 nueva.

Si estos bolivianos tienen tantas propiedades, casi todos los taxis, camiones, mercados, empresas, etc. porque siguen haciéndose los indigentes para seguir consiguiendo tierras, servicios, medicamentos GRATIS!!!!!


Es verdad que trabajan muchas horas por dia, pero los trabajos que realizan son malos, sin calidad y después cuando se van a sus casas siempre se llevan algo (una canillita, un poco de cemento, pedazos de hierro, etc), todos los días y después de un tiempo usurpan terrenos y con todos estos materiales (que se roban tipo hormiga) construyen piezas”.


A veces me sorprendo a mí mismo: resulta que tengo negocios, propiedades y vehículos y no me enteré. No sólo paso merca por las fronteras (la última vez que atravesé una frontera tenía 5 años) y voy a hospitales a pedir leche gratis (las habré guardado en el ropero, porque en mi heladera no veo ninguna), sino que ¡tengo marido! (al menos me espera con una 4x4). 

Por último, ya con mi marido acostado al lado mío, me entero de que robo elementos laborales. Debo ser un genio, porque no sólo encuentro canillas y cemento todos los días en la redacción de la revista en la que trabajo, sino que con canillas y un poco de cemento construyo piezas. Y todo eso por ser boliviano.

Sin embargo, por este comentario posteado en Internet no considero que los argentinos discriminen o sean groseros, que se crean superiores o no asuman sus problemas. Lo único que comparten todos los argentinos, en Argentina lo saben bien, es ser argentinos. Y lo único que compartimos todos los bolivianos, a veces con orgullo inmenso, es ser bolivianos.


Publicado en http://www.campananoticias.com.ar/ en febrero de 2010