jueves, 9 de febrero de 2017

La agenda de la vergüenza

Por Martín Estévez

Existe una técnica psicológica que se usa para superar miedos recurrentes: enfrentar al paciente directo con su trauma. ¿Miedo a las alturas? El analista te lleva a la terraza para que te asomes. ¿Temor al ridículo? Te hace cantar a gritos en la vía pública. ¿Aracnofobia? Te acerca una araña cada vez más hasta que la tenés al lado. Creo que se entendió. Lo que quiero contar es que uno de mis grandes miedos es que alguien encuentre y lea mi agenda del año 2003. Miedo no: tengo terror. Y como ya no quiero sufrir más, recurro a esa técnica: voy a mostrarles los terribles secretos que guardo ahí.

El principal secreto es que yo, en 2003, era estúpido. Cada página de la agenda es una demostración indiscutible, empezando por la tapa: "Agenda del fútbol". ¿Qué persona normal de 19 años puede usar algo llamado "agenda del fútbol"? Es probable que haya sido un regalo pero, después de la tapa, hay 365 evidencias más de que yo era un pobre tipo. Veamos, al azar, algunas anotaciones que hacía:

9 de marzo. Juan Verón cumple 28 años. Con Ro de 19 a 22:30, fuimos a Norte, comimos milanesas. Puntaje: 8.

11 de junio. 11 a 18 hs: DeporTea. Tomé mal el colectivo y terminé en Llavallol. ¡Qué idiota! No vi a Ro, ¡120 días sin peleas! Puntaje: 8.

8 de julio. Salida del sol: 8:00. Puesta del sol: 17:57. Con Mati de 15 a 19 hs, hicimos crucigramas con la tía. Con Ro de 21:30 a 2 hs. Le pasé bien. Puntaje: 8.

31 de agosto. Racing 3 Vélez 3. Puta madre. Llevé pastillas a la casa de Ro y me atendió Rosa. Lazio 4 Lecce 1, dos asistencias del Piojo. Puntaje: 5.

12 de septiembre. Sebastián Porto cumple 25 años. DeporTea: me saqué excelente en el trabajo, faltó Ariel Scher. No vi a Ro, salió con amigos. Puntaje: 9.

¡Ay, dios! Si yo encontrara hoy a un ser humano de 19 años que escribiera esas boludeces, lo agarraría a trompadas, o le explicaría que está dejando pasar la vida, o lo abrazaría y lloraría con él. No sé qué, pero algo haría. Supongo que si nadie lo hizo conmigo en 2003 es porque yo fingía leer a Borges y analizar el mundo del deporte, cuando en realidad estaba encerrado en una caja de diarios, novia y cobardía.

¿Juan Verón cumple 28 años? ¿Sebastián Porto cumple 25? ¡Y a quién le importa, Martín! ¡Ni siquiera sos hincha de Estudiantes, ni siquiera te gusta el motociclismo! ¿Cómo puede ser que uno de los datos de tu día sea ese? Se los digo en serio: mientras leo, me voy enojando conmigo mismo.

Lo dependiente que era de mi pareja ni es necesario descubrirlo: rebalsa por todos lados. El "con Ro" y "no vi a Ro" se repite en cada hoja hasta la insanía, y se complementa con un dato de lo más triste: los "días sin peleas". Yo no apostaba a pasar tardes inolvidables, noches apasionadas y mañanas reveladoras, lo único que quería era no pelearme, no discutir, no poner en riesgo una de las (poquísimas) cosas que me movilizaban: ella.

En 2003 no tenía amigos y entonces recurría a una agenda, que aunque era muy pequeña necesitaba datos absurdos para ser llenada, como el horario de la salida del sol, el menú de la cena o los resultados de la Lazio de Italia.

Me dolía la injusticia pero no comprendía el funcionamiento de la sociedad, no me esforzaba para entenderlo, no me arriesgaba para cambiarlo. Una de las vergüenzas más grandes de aquel año aparece el día 27 de abril. Vean si no:

  
¡Voté a Elisa Carrió! ¡Yo voté a Elisa Carrió! A partir de hoy, todos, pero todos los que discutan conmigo sobre política, o sobre fútbol, o sobre el precio de las lamparitas, tienen derecho a terminar la discusión con esta frase:

—Callate, vos votaste a Carrió.

Y yo cerraré la boca y les daré la razón.

Ya termino, ya termino de autoflagelarme. Queda sólo una cosita. No, no me voy a burlar de mí mismo por haber tomado al revés un colectivo, porque en 2017 sigo perdiéndome en todos lados. Lo que quiero remarcar es otra cosa. ¿Vieron esa gansada del puntaje que le ponía a cada día? Bueno, se completaba con un promedio de puntajes en los últimos cien días. Véanlo, aparece en la imagen anterior. 

Me pregunto ahora: ¿cómo puede ser feliz alguien que depende tanto de números, de estadísticas, de goles ajenos, de cumpleaños de desconocidos? ¿Alguien sin amigos, almidonado, adormecido? Le pido a Tati que no sufra pensando que yo sufría, porque no era así: había armado una estructura en mi cerebro tan férrea y tan potente que no me daba cuenta de lo que estaba pasando. Me sostenía en que, con esfuerzo y constancia, el promedio pasaría de 7,80 a 9,50; y entonces sí sería bien feliz, y tendría una vida emocionante.

Es buen momento para explicar que este blog nació para sacarme de encima cuentas pendientes, para barrer un poco mi pasado antes de que alguien lo encuentre todo mugroso. Y esa agenda, esas anotaciones, esa soledad y tanto color gris a los 19 años son algunas de las miserias que necesito exponer para construir mi presente sin tantos fantasmas.

Así que, ahora que terminé este texto y que me siento más tranquilo, voy a anotar en mi cuaderno de Racing que cumplí con el objetivo de escribir en Palabras Enreveradas, a mover la aguja que señala mi estado anímico de 0 a 37 (subió de 26 a 27) y a esperar a la chica con la que me gusta dormir: la vi sólo de 16:30 a 19:30, porque salió con sus amigas. Sí, salió justo hoy, cuando el conductor de televisión Santiago Del Moro cumple 38 años. ¡Cuántas cosas importantes en un día!

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